viernes, 6 de enero de 2012

El Constructivismo en Villanueva por Manuel Fernández Figueroa, Especialista en Arte

Tal y como reza, el antiguo proverbio: “Nadie es profeta en su tierra”. Lo cual parece ratificarse en la, ya extensa, trayectoria de Ernesto Villanueva (1970) a pesar de su juventud. Múltiples capitales del viejo continente y del norte de América, han visto desfilar sus exposiciones personales y, alguna que otra, colectiva, incluidos los eventos internacionales –en varias ediciones- de la FIA, en Paris, ARCO, en Madrid y la TIAF en Toronto.

Sin embargo, en la América Latina, solo en su país natal, realmente en pocas ocasiones, y en Costa Rica, se ha tenido la oportunidad de disfrutar su arte. Quizá influya, según la intuición de algunos críticos, no las mías propiamente, lo cosmopolita de sus creaciones.

En su primer libro-catálogo, que compilaba obras del período entre 1995 y 1999, en el escrito que daba inicio al mismo, explicaba: “Yo descubrí con Villanueva una nueva forma de ver las calles, las ruinas, los estrechos callejones, las plazas y los conventos, los balcones, los amplios ventanales, los vitrales y las rejas, en incontables lugares de mi ciudad”. Por su parte, el crítico Jorge Rivas apuntaba: “El trabajo pictórico de Ernesto Villanueva es más que una conjugación de formas inspiradas en el desarrollo urbano de la Habana” y después agregaba: “Yo considero que Villanueva es un colorista de experiencia”.

Entre el grupo de obras que en este se mostraban, se destacaban las series de Ciudades Rotas, las Lluvias del Caribe, Espectros de la Habana, Ciudades en Fusión, y las Contratexturas de la Habana.
Para su segundo libro, desde el propio título: Laberintos en el Tiempo, indicaba una nueva vía para sus laboriosos cuestionamientos, emprendiendo la mayoría de las obras a través de un filosófico pensamiento Borgiano, cual Aleph transmutado ante un fin de siglo que nos deparaba nuevas incertidumbres. En el mismo acotaba el crítico y Presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Rafael Acosta de Arriba: “Villanueva nos coloca, con su muestra, en otro de los códigos referenciales de los laberintos: la soledad, el fondo último de cada hombre, pues en la condición humana la soledad es estímulo y espuela para la búsqueda de lo otro ¿Y que es la salida sino lo otro?” Todo esto, lo realizaba sin abandonar una línea conceptual definida, pero incluyendo ya, otras manifestaciones,  como la escultura y la cerámica. Las obras contenidas en el mismo, incluso las de las manifestaciones indicadas, reflejaban un conjunto de series como Laberintos, Figuras Esenciales, Malecón de la Habana y La importancia de la Bicicleta.

El lanzamiento de su tercer libro-catálogo se realizó, complementariamente, con una exhibición en la habanera galería La Acacia, de conjunto con otro grande de las artes plásticas cubanas, Agustín Bejarano. Muestra que, posteriormente, se haría extensiva a la TIAF de Toronto, en noviembre del 2003.

De ella escribió el escritor y ensayista Alberto Garrandés: “El trabajo de Villanueva ha llegado hoy a un tipo de abstracción entre lírica y conceptual mediante el ejercicio abierto, vehemente, de enunciados en buena medida interrogativos de una neofiguración que tiene en las pulsiones y los arquetipos, un basamento muy sólido”.

Aunque las obras expuestas eran parte, prácticamente, de una sola serie: La Verdad, son muy diferentes entre si. En muchos momentos se contraponen pero, sin embargo, muestran el hilo conductor de un dialogar que nos transfiere a una visualidad contrastante producto de las amplias experiencias de los creadores que lo antecedieron. La obra se hace cada vez más abstracta, más geométrica ¿más caótica? Y es que, para el que se ha mantenido al tanto del quehacer de Ernesto cada cima alcanzada es preludio del próximo salto, la proliferación de nuevas inquietudes. De ahí la serie que ahora pone a nuestra consideración: Deconstrucciones, donde la obra como tal se vuelve más simétrica, hacia el constructivismo.

No es el primer artista cubano, de las nuevas generaciones, que vuelve sus ojos hacia esta forma de hacer. Aun está presente la muestra homenaje de Kcho, a  Lam y Tatlin, en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana así como la rotunda definición que diera el crítico Gerardo Mosquera en su libro “El Diseño se definió en Octubre” sobre la notable influencia de las vanguardias pictóricas del siglo XX en la pintura cubana. Pero en el caso de Villanueva aplica esto a su propia trayectoria, como hemos planteado en párrafos anteriores, es decir, el poder cognoscitivo que va alcanzando que es, en definitiva, lo que le permite dar el salto de una concepción previa a otra, indudablemente, la que construye, para dar respuesta a sus disquisiciones filosóficas.

Pienso que, desde hace tiempo sin percibirlo, se iba acercando paulatinamente al trabajo que realiza en la actualidad, adivinándose una influencia directa de Naum Gabo y Antón Pevsner, ambos autores del Manifiesto Realista, de 1920. Del primero sus antecedentes de hace varios años de las esculturas cinéticas y de combinación de diferentes materiales, del segundo su primera etapa pictórica llena de tensión y dinamismo.

El arte abstracto, merece estudios más serios que los realizados hasta el momento. Surgido a principios del siglo pasado, producto de los conflictos sociales en Rusia y la posterior Unión Soviética, si bien, inicialmente, fue considerado arte revolucionario, en momentos posteriores el joven Estado Socialista se pronunció contra él, considerándolo decadente. Los avances posteriores del grupo Cobra, de los pintores soviéticos que marcharon al exilio europeo y a los Estados Unidos, la denominada Escuela de Chicago e, incluso en Cuba, en la década del 50, mostraron esa especie de contradicción que conlleva este tipo de arte. No debe producirnos estupor que artistas que huyen del facilismo creativo, o de una simple solución “beatifica” para el mercado, incursionen en él, sobre todo, cuando este, es coincidente con sus ideas creativas.

En este momento, Ernesto enfrenta una de las más difíciles etapas de su vida creadora, en el período comprendido entre septiembre de este año y marzo del próximo, estará saturado de trabajo. Partiendo de exposiciones en Suiza, la TIAF de Toronto en noviembre y un periplo en diferentes instituciones en Francia, a inicios del próximo año, que se iniciarán en el Palacio de los Congresos y la Cultura, en Le Mans, donde ya expuso en 1999, la Feria ARCO de Madrid en febrero y una muestra personal, incluida en la inmediata Bienal de la Habana, en el mes de marzo.
Conociendo a Villanueva, este será un ciclo de maduración, para brindarnos nuevas sorpresas que broten de su fértil creatividad.

Manuel Fernández Figueroa
Especialista en Arte.



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